Antes que nada quiero aclarar que esta es una historia de Fabio Fusaro y parafraseada por mi, cambiando las expresiones y argentismos para hacerlo lo más agradable posible. Mis infinitos agradecimientos al maestro Fusaro. En el futuro tal vez cite algunas de sus frases.
Damián salió de la ducha y se paró frente al espejo.
Batió la crema de afeitar, se puso un poco en la mano y comenzó a pasársela por la cara.
Su cuerpo estaba ahí, pero su mente estaba en otro lado. En el mismo lugar que había estado durante las últimas seis semanas.
Un “Hola” proveniente de algún lado lo sacó de su letargo.
Giró la cabeza en un acto reflejo, pero obviamente no encontró a nadie. La voz le parecía extremadamente familiar.
-Acá, Damián, en frente tuyo –volvió a escuchar.
Casi con temor miró hacia delante y se encontró con la triste imagen de sí mismo que el espejo le devolvía.
-Sí chamo, soy yo el que te habla…o soy tú, como quieras llamarme…tanto tiempo ¿no? –le dijo su reflejo.
La sensación de temor cambió inmediatamente por una mezcla de sorpresa, vergüenza y culpa.
-Me tienes olvidado, oiste? –le dijo el del espejo con un tono que mezclaba el reproche con el dolor.
-No...bueno…un poco…tu sabes como estoy... -respondió Damián.
-Sí, claro que lo sé. Me acuerdo como nos gustó la chamita esa el día que la conocimos.
-Y bueno, entonces me entiendes.
-Tú dijiste “es un ángel”….y yo te dije “cálmate hermano... ve poco a poco”, pero a partir de ahí te arrancaste solo y te olvidaste de mí.
-Coño chamo…no estoy para reproches…estoy vuelto mierda... No estaba preparado para perderla... No puedo olvidarla...
-Dami…todos estamos preparados para perder cualquier cosa y para seguir adelante. Lo que no podemos es olvidarnos de nosotros mismos. Y tú te olvidaste completamente de mí. –le dijo el espejo.
-Sí, puede ser…
-¿Puede ser? ¿puede ser?...¿Cuántas veces estuviste parado acá mismo en frente mío y ni siquiera me miraste? ¿Cuántas veces intenté empezar a hablarte y ni siquiera me escuchaste?
-Es que ella era todo…
-Damián ¿Tú estás consciente de que yo soy la única persona que realmente puede ayudarte?
-Nadie puede ayudarme…la necesito tanto.
-Claro que nadie puede ayudarte. Nadie que esté afuera tuyo puede ayudarte. Solo te puedes ayudar tú. Y yo soy tú….párame bolas Damián…
-Es que sin ella no soy nada…
Los ojos de Damián comenzaron a humedecerse y su voz comenzó a sonar entrecortada.
-¡Damián, mírame! –le dijo la imagen del espejo con voz firme y enérgica.
Damián siguió mirando hacia abajo mientras sus lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
-¡Damián, el coño de tu madre! ¡Mirame a los ojos! –le gritó el espejo.
Levantó la vista y sus tristes ojos se encontraron con la imagen de otros dos ojos que sacaban chispas.
-¿De cuántas salimos juntos, pedazo de marico? ¿Cómo se te ocurre pensar que de ésta no vamos a salir también?–dijo su reflejo.
-Es que no sé…
-Dami…no quiero arrecharme contigo –le dijo su imagen –pero ¿es que perdiste la memoria? ¿Te olvidaste todas las que pasamos y lo bien que nos fue?
-No…no es que me haya olvidado, pero…
-¿Ya te olvidaste toda las veces que fuimos juntos a dar un examen sin saber un carajo…y lo bien que la piloteamos? Y eso que decíamos “Nos van a volver mierda”… pero cuando estábamos bien en sintonía uno con el otro no nos volvía mierda nadie.
-Es verdad –dijo Damián secándose una lágrima.
-¿Y te acuerdas lo que lloramos juntos aquella tarde en el hospital?...pero bueno…la vida nos tira palos que hay que soportar a veces….pero si seguimos viviendo después de esa…¿cómo no vamos a remontar ésta? Si tantas veces aprendimos que lo que no te mata te hace más fuerte…¿no nos vamos a olvidar ahora, no?
Damián se paró más derecho frente al espejo y mirando a su imagen a los ojos dijo:
-Perdóname
-¿Qué tengo que perdonarte?
-Haberme olvidado de ti….haberte dejado totalmente de lado poniendo todos mis sentidos en otra persona.
-No tengo nada que perdonarte….solo que me partía el alma verte tan desorientado, tan triste, tan dependiente…y no poder hacer nada. Me quedé afónico de gritarte, pero tú no me escuchabas…
-No es tarde para que arranquemos juntos de nuevo ¿verdad?
-¿Tarde? ¿Cómo va a ser tarde? Nunca es tarde.
-¿Sabes de que me estoy acordando? –preguntó Damián.
-¿De qué? –le respondió su imagen.
-Del día que el chamo ese quería darse coñazos conmigo y tú me dijiste “Quedate quieto, chamo”….creo que me salvaste la vida…
-Sí…pero tuve motivos egoístas para hacerlo.
-Juaa…si eres parcha! –se rió Damián.
-Juuaaa… -rió también el espejo.
-También me acuerdo cuando nos cojimos a la chama esa que parecía un tipo, ese día que no podíamos con el queso...
-De eso te acordarás tú….yo me olvidé…
-Juuaaa… malparido!
Ambos se quedaron mirando el uno al otro, hasta que la risa fue desapareciendo, convirtiéndose en una sonrisa alentadora.
-¿Y entonces? ¿Vamos po' encima? –dijo la imagen reflejada.
-Obvio que vamos, papá! Con dos cojones! –respondió Damián.
Y así siguieron ambos, pasándose espuma por la cara…y luego la hojita cuidadosamente, en una sincronización perfecta. Ya no eran dos. Ya eran otra vez uno, pero habiéndose reencontrado el uno con el otro.
Damián terminó de afeitarse, se secó la cara, se vistió y se contemplo con orgullo, amor propio y admiración.
Se disponía a abandonar el baño cuando volvió a girar y miró otra vez sus ojos en el espejo.
-Una cosa más –dijo Damián.
-¿Qué? –respondió su imagen.
-Feliz día mi amigo.